Londres y París
lunes, 9 de julio de 2012
Londres y París
Hace unos meses atrás me encontraba realizando un intercambio en Inglaterra, concretamente en su capital, Londres. El intercambio duraba seis meses y su fin era que yo viviera con una familia británica para así conocer su cultura y fundamentalmente aprender a hablar inglés de forma fluida. Vivir por seis meses en esta ciudad cambio para siempre mi forma de ver el mundo, estar en contacto con personas de distintas nacionalidades, conocer sus culturas, sus idiomas, sus gustos, etc. Es una de las cosas que más me enriquecieron a nivel cultural. De los londinenses puede decir que son unas de las personas más educadas que jamás haya conocido, no son para nada cerrados y muestran una muy buena predisposición en entablar contacto con extranjeros. Personalmente me adapte muy rápido al ritmo de vida de los británicos, la única cuestión que me costó un poco más la adaptación fue a sus comidas. Realmente en los seis meses que estuve viviendo en la ciudad muy pocas veces comí algo que me agrade. Tuve la suerte de que la familia que me albergo me hizo conocer varias ciudades de Inglaterra así como también Escocia. Fuimos a Manchester, Glasgow, Edimburgo, entre otras ciudades.
Cuando se termino los seis meses de intercambio y llegaba la hora de que haga mis valijas para volver a mi país, se me ocurrió realizar un corto viaje a París para poder conocer otro país europeo y volverme con una visión un poco más amplia de lo que es Europa. Luego de que mi familia inglesa me asesorara acerca de las zonas o barrios en los cuales me convenía buscar hoteles en París me embarque en el hermoso y rapidísimo tren que une a estas dos grandes capitales. Este tren que atraviesa el Canal de la Mancha se llama Eurostar y es uno de los más rápidos de Europa.
Llegar a París después de estar viviendo seis meses en Londres fue un verdadero contraste, las dos ciudades no se parecen en nada, cada una tiene su propia esencia o identidad. Una de las cosas que aprendí en mi viaje es que no se pueden comparar culturas, arquitecturas o gastronomía, a cada una de ellas hay que apreciarlas en forma separadas, cosa que hice mientras recorría las hermosas callecitas parisinas sin compararlas con las de Londres.
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